Desde noviembre de 2022, los Estados miembros de la ONU debaten un Tratado Mundial jurídicamente vinculante sobre la contaminación por plásticos, un hito crucial que tiene el potencial de definir la trayectoria de esta crisis medioambiental para las generaciones venideras y de ser un momento histórico, como el mayor acuerdo verde del mundo desde el Acuerdo de París.
Cada año se vierten en los océanos más de 10 millones de toneladas de plástico, según un estudio de WWF, lo que equivale a más de 300 kilos de residuos por segundo. Si no se toman medidas ahora, en 2050 los océanos podrían tener más plástico que peces.
Hasta ahora, las acciones y compromisos firmados por las empresas de forma voluntaria han resultado ineficaces para atajar la contaminación por plástico, pues sólo alcanzan a una parte del mercado. Para frenar de verdad, se necesitan normas globales jurídicamente vinculantes, es decir, obligatorias para todos los firmantes, que desencadenan un cambio sistémico en relación con el plástico.
En este sentido, el tratado pretende proponer una perspectiva integral, abordando el ciclo de vida completo del plástico, desde el diseño de los plásticos hasta su producción y post-utilización. Mirando hacia una economía circular, en 2040 será posible reducir en un 80% el volumen anual de contaminación por plásticos que llega a los océanos, recortar un 25% las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con el plástico, generar un ahorro de 200.000 millones de dólares al año y crear un saldo neto de 700.000 nuevos puestos de trabajo, según la Fundación Ellen MacArthur.
Este planteamiento no solo es la forma más eficaz de combatir la contaminación por plásticos, sino que también ofrece los mejores resultados económicos, laborales y climáticos. Por eso es urgente que el Tratado Mundial contra la contaminación por plásticos se finalice este año.
Las primeras sesiones de negociación y qué esperar del INC-5
Por primera vez, en marzo de 2022, la UNEA (Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) adoptó un mandato de negociación para un nuevo acuerdo medioambiental multilateral jurídicamente vinculante. Ocho meses después, en noviembre de 2022, se celebró la primera sesión de negociación (INC-1), en la que se establecieron la organización de las negociaciones y los objetivos generales del acuerdo. Desde entonces, se ha podido observar el avance de los debates y el desarrollo del texto del Tratado, especialmente en relación con las disposiciones sobre diseño de productos, reutilización y sistemas de relleno.
Algunos puntos, sin embargo, siguen pendientes de acuerdo en el INC-5, prevista como última sesión de negociación. Se trata de los siguientes:
- Directrices para armonizar el diseño de los productos de plástico a fin de evitar el uso de plástico virgen y polímeros plásticos primarios
- Movilización de recursos financieros para la aplicación del Tratado
- Criterios para identificar los productos de plástico problemáticos y las sustancias químicas nocivas
- Responsabilidad ampliada del productor
Según Luisa Santiago, directora ejecutiva para América Latina de la Fundación Ellen MacArthur, “Colombia es un país que ya ha demostrado su compromiso con la lucha contra la contaminación por plásticos, dadas sus avanzadas políticas internas, que pueden servir de referencia para otras naciones. Por esta razón, el país puede colaborar con otros países, especialmente en América Latina, para demostrar que es posible y ventajoso crear reglas globales que faciliten la transición hacia un sistema de plásticos no contaminantes. Esta es la mejor oportunidad que tenemos para reescribir nuestra historia y generar mejores resultados para la economía, la naturaleza y, sobre todo, las personas.”
Cómo hacer que el tratado mundial sobre los plásticos funcione para las mipymes
Un tratado mundial jurídicamente vinculante implicará nuevas normas y la necesidad de adaptarse a una nueva -y necesaria- realidad. Al mismo tiempo, es crucial garantizar que el Tratado genere beneficios globales y promueva una transición justa, especialmente para las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYME) que forman parte de la cadena del plástico.
Responsables del 70% de las oportunidades de empleo en todo el mundo, las mipymes desempeñan un papel crucial en las economías nacionales. Un nuevo estudio de la Fundación Ellen MacArthur, que investigó las ventajas de los modelos empresariales alineados con la economía circular, mostró que las MIPYME que ya participan en soluciones circulares reconocen que las normas mundiales pueden reforzar sus modelos empresariales y mejorar el acceso al capital. De las empresas encuestadas, el 63% veía positivamente el Tratado Global, mientras que el 37% se mostraba neutral y ninguna tenía una opinión negativa.
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“Para que el Tratado cumpla su función, es importante que tenga en cuenta a todos los actores del sistema, incluidas las microempresas y las pequeñas empresas que comercian con productos plásticos y los recicladores, que ya desempeñan un papel fundamental en la reinserción del plástico en la cadena de producción. Lo que vemos es que una economía circular para los plásticos es positiva para todos. Mientras que los modelos de negocio circulares hacen que las empresas destaquen en el mercado, la propuesta de hacer circular productos y materiales a su mayor valor, como en los sistemas de reutilización, favorece a los recicladores, que pueden insertarse en cadenas mejor remuneradas y con mejores condiciones de trabajo”, afirma Santiago.
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