El trovador cubano Pablo Milanés, uno de los principales referentes de la canción de autor en Iberoamérica, falleció este martes a los 77 años de edad, luego de varios días de convalecencia en España, reportaron medios oficiales.
“El cantautor cubano Pablo Milanés falleció este lunes a los 77 años en Madrid (…) El pasado 13 de noviembre Pablo Milanés fue hospitalizado en Madrid, donde vivía desde 2017 y recibía tratamiento médico para la enfermedad oncohematológica que padecía hace algunos años y que se vio agravada en meses recientes”, publicó el portal oficialista Cubadebate.
“Con gran dolor y tristeza, lamentamos informar que el maestro Pablo Milanés ha fallecido esta madrugada del 22 de noviembre en Madrid”, publicó la Oficina Artística del músico en redes sociales.
“Agradecemos profundamente todas las muestras de cariño y apoyo, a toda su familia y amigos, en estos momentos tan difíciles. Que descanse en el amor y en la paz que siempre ha transmitido. Permanecerá eternamente en nuestra memoria”, acota el mensaje de sus representantes.
Milanés grabó más de 40 discos y legó algunos himnos de la canción en español, como los temas Yolanda, El breve espacio en que no estás y Para vivir.
Uno de los principales exponentes del movimiento de la Nueva Trova, Milanés sucumbió finalmente al desgaste de una vieja enfermedad oncohematológica que lo obligó a suspender una serie de conciertos programados en España, y mantuvo en vilo a sus seguidores.
Ya en septiembre pasado tuvo que reprogramar una presentación en Santo Domingo, República Dominicana, por las complicaciones en su salud, que fueron una constante en su vida desde hace años, y quizás se agravaron con la inesperada muerte de su hija Suylén, a inicios de 2022.
Autor de clásicos como “Yolanda” o “Para vivir”, Milanés fue también un duro crítico de la situación política en su natal Cuba, a pesar de que compuso auténticos himnos de la izquierda latinoamericana, como “Yo pisaré las calles nuevamente”, inspirado en el asesinato del presidente chileno Salvador Allende, en 1973.
Junto a Silvio Rodríguez compuso, cada uno por su lado, la banda sonora de una sociedad que el propio autor definió como “imperfecta”, pero que le hacía sentir porque la hacían mujeres y hombres: de hecho, durante años los cubanos se dividieron entre fieles de Pablito o de Silvio, dos caras de una misma moneda.
Con decenas de discos grabados, Milanés musicalizó a poetas como Cesar Vallejo, Nicolás Guillen y José Martí; sacó del ostracismo a inmortales de la música tradicional cubana, como Miguelito Cuní y Bienvenido Juan Gutiérrez, y compartió escenarios con leyendas como Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Luis Eduardo Aute o Joaquín Sabina.
Sus orígenes
Pablo Milanés nació el 24 de febrero de 1943 en la oriental villa de Bayamo, considerada la Cuna de la Cultura cubana, porque en sus adoquinadas calles fue compuesto el himno nacional de la isla. Ahí transcurrió su niñez, entre sones y trovas de la vieja escuela, y ganando los concursos de canto a los que se presentaba, obligado por su madre.
En su adolescencia se mudó a La Habana para estudiar en el Conservatorio Musical de la capital cubana, que vivía por aquellos años una época de esplendor y creación, con el “filin” (del inglés “feeling”, sentimiento) reinventando el bolero y retando a los míticos “crooners” importados desde Estados Unidos.
Aquel subgénero, creado por César Portillo de la Luz y José Antonio Méndez, suponía una nueva manera de afrontar la canción romántica, poniéndole “bomba” (emoción) a la interpretación, acompañado por una guitarra al estilo de la vieja trova del oriente cubano, esa a la que Pablo volvía una y otra vez.
En 1964, Milanés se incorporó como intérprete al cuarteto Los Bucaneros, y tras una serie de presentaciones como solista ocasional, publica en 1965 el disco “Mis 22 años”, considerado por los especialistas el puente entre el “filin” y la música que luego englobaría el Movimiento de la Nueva Trova.
Años oscuros
Sin embargo, dos años después las autoridades lo enviaron a la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP), una polémica iniciativa para “rectificar”, mediante trabajos agrícolas forzados, supuestas debilidades de carácter en la juventud, y donde acabaron homosexuales y personas acusadas de “diversionismo ideológico”.
Indignado por las arbitrariedades en lo que consideró “un campo de concentración stalinista”, Pablo se fugó a La Habana, donde fue encarcelado por dos meses en el cuartel militar de La Cabaña, y luego remitido a un campamento de castigo, donde permaneció hasta la disolución de la UMAP, a fines de 1967.
Aquel año, inspirado por el primer Encuentro Internacional de la Canción de Protesta, Milanés empezó a componer temas de contenido político, y al año siguiente ofreció su primer recital junto a Silvio en la Casa de las Américas, en la capital, donde conocería a la vanguardia cultural y musical de América Latina.
Su camino también lo llevó al mítico Grupo de Experimentación Sonora (GES) del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica, una suerte de laboratorio musical y creativo, y que dejó piezas imprescindibles, como “Yo no te pido”, “Cuba va”, “No me pidas” o “Hombre que vas creciendo”, entre otras.
Proyecto en Solitario
A finales de los años 80´s del siglo XX formó su propio grupo, con la colaboración de antiguos compañeros del GES, en el cual mostró su madurez con una obra rica en recursos y géneros musicales, y por sus colaboraciones con estrellas internacionales, como Mercedes Sosa, Fito Páez, Fher, Ricardo Arjona y Victor Manuel.
Durante la crisis económica conocida como “El Período Especial”, a finales del siglo XX, Pablo comenzó a opinar –y cuestionar-más sobre la política en Cuba y los métodos de “la Revolución”, el proceso liderado por Fidel Castro (1926-2016), y ello le valió ser criticado e incluso marginado por el Gobierno de la isla.
“Yo siempre trato de sintetizar la realidad que vivo, el día a día. Entonces aparecen el amor, el desamor, la sociedad, la cultura, la amistad. Todos los detalles que caracterizan la vida cotidiana de un ser humano. Entonces, como uno tiene la suerte de poder hacer canciones, lleva todas estas impresiones cotidianas a la creación”, dijo en 2019 al diario Página 12.
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Legado
Sus últimos años los compartió entre Cuba y España, y sus recitales los daba principalmente en formato trío, siempre con el gran Miguel Nuñez en piano y dirección musical, otro cambio luego de años defendiendo su canción a guitarra limpia, o con una formidable maquinaria como el GES a sus espaldas.
Los problemas de salud comenzaron a acosarlo hace varias décadas: se ha sometido a una treintena de operaciones, en 2014 su última esposa, Nancy Pérez, llegó a La Habana donarle un riñón para un trasplante, y hace una década le diagnosticaron el Mal de Dupuytrén, una enfermedad que le dificulta tocar guitarra.
Su último concierto en La Habana, en junio de 2022, fue definido por su cronista y amigo Michel Hernández como “un hermoso ejercicio de lo que puede ser el futuro de Cuba: personas muy diversas, con visiones diferentes de lo que puede ser el país, se unieron para cantarle al trovador mientras el músico, desde la humildad, solo atinaba a decir gracias”.
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Con información de Sputnik.