Según los datos proporcionados por Migración Colombia, en este momento existen aproximadamente 400 mil niños migrantes en el territorio colombiano, cifra que sigue en aumento y de los cuales su mayoría se encuentran ubicados en Norte de Santander y la capital del país.
Teniendo en cuenta condiciones como una economía desfavorable, casos de xenofobia y el anhelar el retorno a sus hogares al encontrarse solos, son muchas las personas que buscan de diferentes formas un refugio en el que puedan estar a salvo y tener una sana convivencia que ayude a mejorar su calidad de vida.
Precisamente, en búsqueda de adelantar un trabajo humanitario en el país, la organización Bethany Christian Services, dentro de su plan de trabajo para prestar servicios a refugiados en distintas zonas colombianas como Bogotá, Cúcuta y otros lugares del país, se encuentran poniendo en marcha programas de promoción del arte y música que generen un gran impacto en las comunidades locales de familias refugiadas, logrando que los menores mejoren sus condiciones anímicas y psicológicas.
Es esto por lo que existe ‘Arte y música con propósito’, un programa en el que, a través de iniciativas innovadoras, la organización se preocupa por proporcionar formación artística, potenciar el talento y dirigir tanto la creatividad como el pensamiento crítico a los niños, niñas y adolescentes que hacen parte de la población refugiada o en condición de vulnerabilidad de las localidades de Engativá y Ciudad Bolívar.
Además de aprender sobre las bases teóricas y prácticas en arte y música, la idea es que los participantes de esta apuesta por la comunidad puedan disponer de espacios de convivencia pacífica e integración cultural, ya que en su mayoría están expuestos a diferentes riesgos psicosociales como trabajo infantil, desescolarización, uso inadecuado del tiempo libre e incluso violencia y rechazo dentro de la comunidad.
Son cerca de 72 niños en grupos de 3 a 6 años y de 7 a 13 años, los que pueden gozar de estos espacios en los que se realizan actividades como muralismo, pintura, talleres de esténcil, clases de música y la creación de instrumentos musicales a partir de materiales reciclables; todo esto al aire libre para que se pueda ver de primera mano el trabajo que se realiza con la comunidad y que aquellos que les interesa, también puedan ser partícipes.
Entre los mas pequeños estas actividades siempre son realizadas de la mano de los padres de familia, los cuales también reciben apoyo psicosocial, kits higiénicos, vales de mercado, de manera que se busca impactar a todo el círculo familiar de estos menores, que con el tiempo han aprendido a no distinguir barreras sin importar el lugar del que provengan.
“Es importante generar una sensibilización no solo con los niños sino con la comunidad en general, por eso trabajamos con población mixta, debemos dejar en el imaginario de todos que somos una comunidad y en caso de los niños son compañeros, por eso trabajamos con base en el respeto mutuo y la tolerancia para la construcción de un buen tejido social” afirma Josef Quevedo, educador comunitario de Arte y música con propósito.
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Cabe mencionar que, históricamente los espacios artísticos han contribuido al fortalecimiento creativo y la estimulación de formas de expresión de las juventudes, esto debido a que permite la potenciación de la imaginación a través de la mezcla de figuras, colores, imágenes, sonidos, etc.
La pedagogía y la acción en entornos vulnerables se transforma así en una fuente para lograr los objetivos trazados, pues deja de lado el interés cuantitativo y activista de la educación tradicional y trasciende a que los jóvenes sean los principales actores de su presente y los constructores de una realidad crítica que potencie sus saberes tanto individuales como colectivos.
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