En los campos de Colombia, millones de mujeres sostienen la vida: siembran, cuidan, transforman y preservan los saberes que alimentan al país. Su trabajo no solo garantiza la seguridad alimentaria, también impulsa el desarrollo local, la sostenibilidad ambiental y la construcción de paz en los territorios. Este 15 de octubre reafirmamos la importancia de reconocer sus derechos y de promover mejores condiciones para su bienestar y desarrollo integral.
Aunque el país continúa su proceso de urbanización, el campo sigue siendo el motor silencioso de la vida nacional. De acuerdo con el DANE (2024), el 76 % de la población vive en zonas urbanas y el 24 % en zonas rurales; entre estas últimas, las mujeres representan el 22 %, una cifra que, aunque menor, refleja su papel decisivo en la sostenibilidad del territorio.
A diario, las mujeres participan en cada eslabón de la cadena productiva: desde la siembra y el procesamiento de alimentos hasta la comercialización y la organización comunitaria. Sin embargo, sus contribuciones siguen siendo poco visibilizadas, especialmente en los espacios de decisión económica y política.
El valor del cuidado
La Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) revela que las mujeres continúan asumiendo la mayor parte del trabajo de cuidado y del hogar: el 85,7 % de quienes dedican más de ocho horas diarias a labores no remuneradas son mujeres, y en zonas rurales el porcentaje asciende a 89,5 %.
Aun así, lejos de representar una limitación, muchas han convertido el cuidado en una fuerza organizativa: crean asociaciones productivas, gestionan proyectos sostenibles y lideran iniciativas que fortalecen la economía comunitaria.
Uno de los grandes retos que enfrentan las mujeres rurales es la desigualdad de oportunidades y las barreras culturales que restringen su participación en la vida económica, política y social. Aunque su labor es esencial para el bienestar y desarrollo de sus comunidades, muchas veces no es reconocida ni justamente remunerada. Según datos del DANE, en las zonas rurales se encontró que 25,9% de los hogares con jefatura femenina están en pobreza multidimensional, mientras para los hogares con jefe masculino es de 23,4%.
Con el propósito de fortalecer la autonomía económica de las mujeres y jóvenes rurales, la iniciativa “Raíces, mujeres sembradoras del cambio”, liderado por ONU Mujeres, con el apoyo del Gobierno de Corea, el Gobierno Nacional y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), avanza transformando la vida de las mujeres rurales en los departamentos de Nariño, Cauca y Valle del Cauca.
La iniciativa que se desarrolla en doce municipios entre ellos Tumaco, Barbacoas, Leiva, Policarpa, Cumbitara y Pasto (Nariño); Buenos Aires, Caldono, Piendamó y Popayán (Cauca); además de Buenaventura y Cali (Valle del Cauca), ha fortalecido las capacidades productivas técnicas y organizativas de 835 mujeres rurales.
Los avances se materializan en 26 emprendimientos rurales que promueven la diversificación económica a través de cultivos y actividades como aguacate, banano, cacao, café, cría de especies menores, hortalizas, limón Tahití, piangua, plátano, tilapia y tomate.
“Con la iniciativa Raíces, hoy las mujeres agricultoras contamos con mejores herramientas para crecer y ser más autónomas. Hemos aprendido a fortalecer nuestros conocimientos, a mejorar la calidad de nuestros productos y a confiar en nuestras propias capacidades. Ahora contamos con empaques propios, acceso a nuevos espacios de comercialización y, sobre todo, con la convicción de que es posible construir un futuro más justo y sostenible desde el trabajo colectivo. Este proceso ha fortalecido la autonomía económica y el liderazgo de más de 50 mujeres que trabajamos juntas por un mismo propósito”, afirmó Ingrid Ampudia, representante de Chocopimienta, organización dedicada a la transformación y comercialización de productos derivados del cacao en Tumaco.
Asimismo, desde Raíces también se ha logrado sensibilizar a un total de 1.430 personas respecto al cambio en las normas sociales y culturales que perpetúan las violencias de género.
Tras años de trabajo en los territorios, el proyecto Raíces, mujeres sembradoras del cambio culmina con importantes resultados para las mujeres rurales del suroccidente colombiano. Esta iniciativa se consolidó como un motor de transformación social y económica, fortaleciendo la autonomía de las mujeres y su liderazgo en el desarrollo sostenible, la paz y la acción frente al cambio climático.
A través del fortalecimiento institucional y la creación de entornos productivos inclusivos, Raíces impulsó el aumento de ingresos, la consolidación de cadenas de valor sostenibles y la participación activa de las mujeres en la economía local. Su cierre marca el inicio de una nueva etapa en la que las comunidades continúan avanzando con bases sólidas hacia la igualdad de género y la sostenibilidad.
“Gracias al proyecto Raíces, hemos fortalecido nuestro liderazgo y nuestra capacidad para gestionar las cosechas de café, generando nuestros propios recursos. Esto no solo nos permite mayor independencia económica, sino que también contribuye a reducir las violencias en nuestros territorios”, Luz Deiba Anacona, Caldono, Cauca.
Hacia una ruralidad con voz y derechos
Garantizar el acceso de las mujeres rurales a la tierra, al crédito, a la educación técnica y a la participación política no es solo un asunto de justicia: es una estrategia para el desarrollo del país.
Desde las montañas del Cauca hasta las costas del Pacífico nariñense, las mujeres rurales están construyendo soluciones frente al cambio climático, fortaleciendo la producción sostenible y promoviendo la paz territorial.
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Este 15 de octubre, el mensaje es claro: las mujeres rurales no son beneficiarias, son lideresas del futuro que Colombia necesita. Su conocimiento, su resiliencia y su trabajo colectivo son la semilla de un campo más justo, productivo e igualitario.
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