Como todos los años desde hace dos décadas, los familiares de las víctimas del 11-S se reúnen en el Memorial Plaza del World Trade Center de la ciudad de Nueva York para leer uno a uno los nombres de sus difuntos. La ceremonia empieza a las ocho de la mañana y el primer momento de silencio se produce a las 8.46, hora del primer impacto, el de la Torre Norte.
Esta vez, al cumplirse el vigésimo aniversario, la atención mediática internacional ha sido mayor de lo habitual. Muchas televisiones han desplazado a sus equipos hasta la Gran Manzana para recordar sobre el terreno el probablemente mayor atentado terrorista de la Historia.
En efecto, la fecha del 11-S evoca un ataque que dejó 3.000 muertos y miles de afectados y cuyas secuelas se han dejado sentir a nivel global en la seguridad nacional, la política exterior, la vigilancia, los hábitos de viaje, el discurso de los medios de comunicación, los ordenamientos jurídicos y las relaciones humanas en general. Pero, ¿Qué consecuencias ha tenido?
CAZA AL INTEGRSTA ISLÁMICO
El atentado perpetrado el 11 de septiembre de 2001 desató una caza al integrista islámico, una ola de rabia, resentimiento, miedo y desconfianza en Estados Unidos que luego cruzó el Atlántico cuando varios países europeos también sufrieron fuertes embestidas del movimiento yihadista violento. Ahí están los casos de Madrid (2004), Londres (2005), París (2015) o Bruselas (2016).
La reacción de los periódicos al día siguiente fue exagerada y sensacionalista, empleando titulares muy impactantes en primera página como “¡Apocalipsis!” (Daily Mail) o “¡Es la guerra!” (Daily News). Esa transformación psicológica occidental reforzó el racismo y la xenofobia, especialmente entre los estadounidenses. El perÍodo de unidad entre estos últimos duró bien poco.
REFUERZO EXTREMO DE LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD
El control de acceso a aeropuertos y aeronaves es mucho más rígido que antaño. Ahora hay que quitarse los zapatos y los cinturones para atravesar los arcos metálicos de seguridad y el equipaje de mano está más limitado en cuanto a líquidos en cabina se refiere.
En aras de la seguridad, el Gobierno de EEUU violó la privacidad de las personas, autorizando y archivando de forma masiva la intercepción de correos electrónicos y conversaciones telefónicas, incluso de políticos aliados como la canciller alemana, Angela Merkel.
El espionaje a gran escala se benefició de esta tendencia no consentida hasta que aparecieron personas como Edward Snowden, el ex empleado de la CIA y de la NSA que denunció estas prácticas en 2013 y que ahora vive en Rusia como asilado político.
POLÍTICA EXTERIOR Y ORDENAMIENTO JURÍDICO
El atentado desencadenó los bombardeos aéreos sobre la región montañosa afgana de Tora Bora, guarida del saudí Osama bin Laden. Luego precipitó la Guerra de Irak en 2003. Reconfiguró las relaciones entre Occidente y el mundo musulmán. Provocó una fuerte erosión de los derechos humanos. Legitimó la tortura en la cárcel iraquí de Abu Ghraib, e incluso llegó a banalizarla.
Además, radicalizó los ordenamientos jurídicos. Casi todas las naciones incluyeron leyes en materia de lucha antiterrorista. Otros las endurecieron. En algunos casos se legitimaron medidas propias de dictaduras y regímenes autoritarios.
LA COMUNIDAD DE AL QAEDA
Las investigaciones sugieren que los grupos terroristas individuales como Al Qaeda generalmente sobreviven entre cinco y diez años, o incluso menos, por lo que este es un logro indudable. Disfrutar de tal longevidad frente al esfuerzo más caro, tecnológicamente avanzado y expansivo jamás realizado contra un solo grupo es aún más asombroso. Nadie en este trágico aniversario predice su fin. ¿Cómo es eso posible?
1. Debilidad del enemigo.
Los terroristas tuvieron enfrente a gobiernos árabes o musulmanes que pecaban de incompetencia, represión y corrupción, lo que hizo que parecieran justos y legítimos los ataques que la organización lanzó contra ellos. El argumento de Al Qaeda de que estos defectos se debían a un rechazo del verdadero camino mostrado por los textos sagrados y las tradiciones del Islam sonaba más convincente, lo que supuso que ganara adeptos.
2. Errores de la campaña.
La ofensiva contra Al Qaeda fue un fracaso a largo plazo. Esto se refiere principalmente a Estados Unidos y más concretamente a la CIA. Como muy bien explica Jason Burke, en el diario británico The Guardian, la retórica belicosa empleada por la Casa Blanca, la falta de comprensión del carácter difuso e ideológico de la amenaza y, sobre todo, la invasión de Irak, en 2003, restauraron la suerte del grupo. La guerra para derrocar a Sadam Husein, justificada en parte por un vínculo falaz entre Al Qaeda y el régimen iraquí, pareció reivindicar muchos de los argumentos de Bin Laden y provocó una gran oleada de ira en todo el mundo islámico. También abrió un nuevo frente, lo que permitió que Al Qaeda volviera a la lucha.
3. Cambio de estrategia.
La muerte de Bin Laden, en una espectacular operación de los Navy Seals llevada a cabo en Pakistán en 2011, ocasionó un terremoto interno en el grupo. Con su sucesor, el egipcio Ayman Al Zawahiri, los objetivos lejanos decayeron. La organización terrorista enfocó sus ataques a zonas más próximas y construyó vínculos con las comunidades locales musulmanas. Esa reorientación estratégica dio resultados y así brotaron aliados en el Sahel, África Oriental (Somalia y Kenia), Yemen y Afganistán. La organización se convirtió en una franquicia, con “divisiones territoriales”.
4. Adaptación ante la secesión.
En 2014, sin embargo, se produjo una gran escisión en el seno de Al Qaeda. Un grupo muy concreto rechazó la autoridad de Al Zawahiri, se separó de él y pasó a denominarse el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS o Daesh), anunciando la creación de un emirato, el Estado Islámico.
Los métodos de esta escisión fueron extremadamente violentos y sangrientos. Dominaban el uso de las nuevas tecnologías al difundir por smart-phones sus ejecuciones por decapitación. La extrema brutalidad del Estado Islámico, combinada con el pragmatismo de Al Zawahiri, precipitó un nuevo cambio de imagen que Bin Laden había sopesado antes de su muerte.
Comparadas la una con la otra, Al Qaeda devino menos salvaje, de tal manera que cuando el Estado Islámico colapsó en 2019, aquella recogió sus cenizas y se proclamó, de nuevo, líder del movimiento yihadista global. El virus no ha desaparecido. Sólo ha mutado.
Francisco Herranz / Sputnik.