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EPM y Medellín

Columna de Opinión
Por Sergio Fajardo Valderrama.

Empezamos el año con otro capítulo más de la destrucción de EPM. Las declaraciones del gerente despedido, amigo personal y aliado político del Alcalde y puesto en ese cargo por él mismo, dejan en evidencia las crecientes contradicciones y confrontaciones que ahora abundan en la empresa. Por más cortinas de humo que levanten y mentiras que se digan, el daño es profundo y costoso.

EPM es un caso particular, sin duda el más significativo, del proyecto político que lidera el alcalde, que dijo en forma clara y contundente lo que pretende: barrer con la estructura de la ciudad construida en los últimos años, pues él y su equipo son la nueva y única expresión de la ciudadanía de Medellín. “El futuro se parece a nosotros. Medellín ya no les pertenece” asevera en tono pendenciero.

Nosotros, con nuestro movimiento Compromiso Ciudadano, iniciamos la transformación de Medellín en el año 2000. Promoviendo una ruptura cívica con la política tradicional convocamos a múltiples y diversos sectores de la sociedad, caminamos durante 3 años por todos los rincones de la ciudad para escuchar y entender, y así aprendimos, escuchando a personas y organizaciones comunitarias que no tenían voz. Nos unimos, tumbamos los muros de una ciudad fragmentada, desigual y violenta, derrotamos a las maquinarias todo poderosas y llegamos al poder.

Gobernamos sin odio ni rabia y Medellín pasó del Miedo a la Esperanza. Reconocimos las fortalezas de la ciudad, su espíritu cívico y recogimos el conocimiento acumulado de muchos años. Contamos con el aporte de amplios sectores, mejoramos el tejido social, cuidamos los recursos públicos y multiplicamos las riquezas de la ciudad. Por supuesto, cometimos errores y nos quedaron tareas pendientes.

El Alcalde supo poner de su lado la insatisfacción de muchas personas con la situación de la ciudad hoy, aprovechó el vacío de nuevos liderazgos en la sociedad antioqueña y ganó las elecciones con el apoyo de grupos de la vieja política que, camuflados detrás de la imagen renovadora, le prestaron sus viejos y conocidos métodos.

Disfruta de un inmenso poder y a diario explota su viveza para moverse en el mundo de las redes sociales digitales. Está haciendo lo que quiere, como quiere, con el equipo que trajo para adelantar su proyecto, en cooperación directa con sus aliados verdaderos que ya no están camuflados. El maquillaje inicial desapareció. Manda él y la ciudadanía es su espectadora.

La estrategia es sencilla y efectiva: escogió a EPM como símbolo de la corrupción que dice atacar. El descalabro de Hidroituango es un hecho cierto, tangible y visible que causa, con razón, mucha molestia e inconformidad. Por lo tanto, para el alcalde resulta fácil —populismo de cartilla—decirle a la ciudadanía que él es quien va a salvarla. Mediante un tuit o un video pone a rodar mentiras y sus tropas digitales se encargan de repetirlo hasta que parezca verdad, todo sin el más mínimo pudor. La política del todo vale.

¿Qué se puede hacer sabiendo que una revocatoria es contraproducente y que enfrascarse en una disputa en las redes utilizando los métodos que ellos usan es una batalla perdida pues en esos terrenos son reyes y señores?

Primero, reconocer que estamos en una confrontación política y en ese campo se requiere liderazgo y compromiso político, y que por difícil que sea siempre hay que jugar limpio y respetar.

Para empezar es necesario identificar cuáles son las instituciones que están destruyendo. La lista es larga y esto apenas comienza, porque van por todo, sin escrúpulos: encabeza EPM, luego vienen Ruta N, Buen Comienzo, el Jardín Botánico, el Inder, Isvimed, Metroparques, Metrosalud, el Hospital General… Al tiempo  identificar quiénes y cómo están perpetrando la tarea, cuáles personas y equipos lideran, sus trayectorias y procedencias. Es crucial un seguimiento riguroso a la gestión administrativa, en particular a los procesos de contratación, la transparencia en las formas de adjudicación y las condiciones y calidades de quienes resultan seleccionados.

A renglón seguido es imperativo conocer los proyectos que adelantan y la forma como los desarrollan. Con seguimiento y más seguimiento podemos identificar y conocer las nuevas instituciones con las que pretenden reemplazar a las anteriores y descubrir el modelo de sociedad que pretenden implantar.

Naturalmente esta información hay que llevarla a la discusión pública, utilizando todos los medios y formas de comunicación, en todos los escenarios posibles, empezando por el Concejo de la ciudad. Hay que convocar a las organizaciones y personas interesadas y dar los debates con información clara y rigor en los argumentos, y demostrar las afirmaciones sin caer en la tentación de utilizar los métodos tramposos que se quieren combatir. Hay que explicar los hallazgos y llevarlos por toda la ciudad, hacerlos públicos para todas las audiencias y lugares. Desenmascarar las irregularidades y presentar las demandas cuando sea necesario, sin amedrentarse.

Finalmente, explicar qué se quiere, qué se propone. Exhibir las irregularidades y criticar las acciones de la alcaldía es necesario, pero nunca suficiente. Es necesario reflexionar sobre las experiencias anteriores y las lecciones aprendidas, acercarse a personas y comunidades decepcionadas, escucharlas, reconocer errores cometidos, recuperar el diálogo social que ha sido riqueza de la ciudad y convocar para avanzar con nuevas propuestas para enfrentar la destrucción; trazar el camino. Este trabajo requiere convicción, disciplina, persistencia y también valentía. Es una prueba para los nuevos liderazgos de la ciudad que se resume en dar un paso adelante y pasar de las quejas y el análisis a la construcción política.

Sergio Fajardo Valderrama

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