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Una final de Copa Libertadores atípica con el Maracaná casi vacío y fiestas controladas

Los hinchas, no obstante, no tiraron la toalla y buscan fórmulas para animar a sus equipos.

Río de Janeiro se prepara este sábado acoger la final de una Copa de Libertadores que podría ser histórica, por enfrentar en casa a dos equipos no sólo brasileños, sino paulistas, el Palmeiras y el Santos, y que lo será, también, por jugarse en medio de la peor pandemia del último siglo. Los hinchas, no obstante, no tiraron la toalla y buscan fórmulas para animar a sus equipos.

En declaraciones a Sputnik, el cónsul-presidente del Palmeiras en Río de Janeiro, Guilherme Vieira, explicó que los «palmeirenses» que viven en Río están preparando una fiesta con seguridad.

«Recibiremos a la hinchada con todo el protocolo que debe usarse en la pandemia», promete.

La fiesta tendrá que ser lejos del mítico Maracaná. El perímetro del estadio estará bloqueado con estrictas medidas de seguridad y sólo podrán entrar a ver el partido 5.000 personas, en su mayoría dirigentes de los clubes, patrocinadores y otros invitados.

Esa cifra también incluye a periodistas, trabajadores del estadio, personal se seguridad, etcétera, y todos deberán presentar una prueba de PCR negativa para poder acceder y mantener las medidas de distanciamiento social. También se espera que asista a la final el presidente Jair Bolsonaro, hincha declarado del Palmeiras, aunque se ha fotografiado besando escudos de numerosas camisetas, incluida la del Santos.

Adaptarse a la pandemia

«El ser humano se adapta, la problemática del COVID-19 afecta a todo el mundo, a nosotros también, pero el fútbol es pasión, ¡damos nuestra vida por el Palmeiras!», dice Vieira, que cree que sería «injusto e inmoral» no reunirse con otros aficionados, sobre todo porque el estadio recibirá un 10 por ciento de público.

Entre los hinchas de los dos equipos hay malestar con las cúpulas directivas por no haber reservado plazas para los aficionados de a pie, aunque la mayoría intenta no airear en público esos reproches.

«También tenemos derecho a celebrar, la diversión es para todos, no sólo para una pequeña minoría», reclama el representante del consulado del Palmeiras, organización que reúne los «palmeirenses» que viven en Río y que fue reconocida oficialmente por el club hace cinco años.

Pese al ambiente enrarecido por la pandemia, Vieira no esconde su optimismo y ve a su equipo verde como claro favorito, en buena parte gracias a la llega del entrenador portugués Abel Ferreira: «El Palmeiras es muy superior, pero siempre respetaremos a nuestro rival histórico, que dentro de sus limitaciones juega con mucha garra», explicó.

Lejos del Maracaná

En el otro lado, el clima es similar: el representante de la hinchada del Santos en Río, el «embajador» Marcello Silvestri, comentaba estos días al portal Lance que están organizando un evento para poder ver la final en la zona oeste de la ciudad, a más de 30 kilómetros del estadio de Maracaná.

Los aficionados al Santos consiguieron alquilar un local en el que caben hasta 2.000 personas pero que abrirá al 15 por ciento de su capacidad para que se pueda ver el partido en una pantalla gigante; de momento, hay menos de 100 personas confirmadas.

A pesar de las buenas intenciones y la concienciación de los hinchas agrupados en asociaciones formales, las autoridades de Río de Janeiro temen que otros aficionados provoquen aglomeraciones de forma espontánea e incontrolada.

Ya sucedió el día 27, cuando los jugadores de los dos equipos viajaron desde São Paulo a Río.

Los autobuses que les transportaron al aeropuerto internacional de Guarulhos tuvieron incluso que parar debido a la aglomeración de aficionados que iban a despedir a sus ídolos y a desearles suerte. Muchos no usaban máscara.

El estado de São Paulo volvió a la fase roja, más rigurosa, en el plan de combate a la pandemia del nuevo coronavirus debido al aumento de contagios, internaciones en hospitales y muertes.

La ciudad de Río de Janeiro también está en uno de los peores momentos, con las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) al borde del colapso y una media de 500 contagios y 54 muertes al día.

Por: Joan Royo Gual /Sputnik

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