La conversación en redes sociales ha puesto en primer plano un concepto que hasta hace poco era desconocido para muchos: incel, acrónimo de involuntary celibate (célibe involuntario). El término se viralizó en la exitosa serie de Netflix Adolescente, donde el protagonista adopta esta identidad cargada de frustración, odio y aislamiento.
Aunque en principio puede parecer un fenómeno marginal de internet, especialistas advierten que el incelismo es un reflejo de un malestar más profundo que afecta principalmente a hombres jóvenes. De hecho, como explica Paola Atencio, docente del programa de Psicología de la Fundación Universitaria del Área Andina, sede Valledupar, se trata de una expresión contemporánea de la crisis de identidad masculina en contextos de transformación social.
“Hoy nos enfrentamos a una juventud que ha perdido referentes claros. Las instituciones tradicionales como la familia, la escuela o la religión, que antes estructuraban la identidad, han sido reemplazadas por redes sociales y discursos polarizantes. En ese vacío, comunidades como la Incel ofrecen una explicación distorsionada de la realidad, pero que muchos jóvenes adoptan por falta de otras alternativas”, señala Atencio.
El origen del término se remonta a 1997, cuando una joven canadiense, conocida solo como Alana, creó un foro llamado Alana’s Involuntary Celibacy Project, un espacio de acompañamiento para personas solitarias que no lograban establecer vínculos afectivos o sexuales. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa comunidad se fue radicalizando. Hoy muchos foros incel alojan discursos de odio, misoginia y fatalismo, donde se culpa a las mujeres y a la sociedad por el sufrimiento masculino.
Casos como el de Elliot Rodger, quien asesinó a seis personas en 2014 en California, son una muestra extrema de cómo esta ideología puede desembocar en violencia. Rodger dejó un manifiesto en el que explicaba su odio hacia las mujeres, y desde entonces ha sido adoptado por ciertos foros como un “santo patrón”.
Un fenómeno que crece en la sombra
Aunque parezca limitado a rincones oscuros de internet, el fenómeno incel tiene consecuencias reales. Según un informe del Centre for Countering Digital Hate (CCDH), en 2024 existían más de 1.2 millones de usuarios activos en foros incel, con una tendencia creciente en adolescentes entre los 15 y 24 años. En estos espacios se usa una jerga propia que refuerza la división social: Chad para los hombres atractivos y exitosos con las mujeres, Stacy para las mujeres deseadas, y blackpill, una ideología que sostiene que los incels están genéticamente condenados al rechazo social y sexual.
“Estos foros terminan reforzando una visión pesimista y determinista del mundo, donde no hay posibilidad de cambio. Lo más preocupante es que este discurso se presenta como una ‘verdad revelada’ que muchos jóvenes aceptan sin cuestionar”, explica la docente de Areandina.
Las razones por las cuales un joven puede sentirse atraído a esta subcultura son múltiples. En primer lugar, muchos experimentan una profunda sensación de exclusión y baja autoestima al compararse con modelos de éxito superficial en redes sociales. Por otro lado, la deconstrucción del modelo masculino tradicional ha dejado un vacío: se ha dicho cómo no ser hombre, pero no cómo sí serlo. En ese contexto, discursos como el incel ofrecen una respuesta, aunque radical y dañina.
Cinco señales para detectar a tiempo y actuar
Frente a este panorama, Atencio enfatiza que es urgente que padres, educadores y cuidadores estén atentos a ciertos signos de alerta que podrían indicar que un joven está siendo influenciado por estos discursos:
Lenguaje específico: uso de términos como Chad, Stacy, blackpill o redpill.
Actitudes misóginas: expresiones de desprecio o resentimiento hacia las mujeres.
Aislamiento social: reducción del contacto con amigos o familiares, sustituidos por largas horas en foros en línea.
Admiración por figuras violentas: idealización de personajes que han cometido atentados vinculados a esta ideología.
Pensamiento fatalista: creencias como “nunca podré gustarle a nadie” o “nací condenado al rechazo”.
Además, la experta añade que la intervención psicológica debe ir más allá del tratamiento individual. Es clave trabajar desde las instituciones educativas, promoviendo el pensamiento crítico, la alfabetización emocional y una nueva forma de entender las masculinidades.
“No basta con decirles a los jóvenes lo que está mal. Es necesario construir con ellos una nueva narrativa sobre lo que significa ser hombre, sobre cómo vincularse con los demás desde el respeto, el afecto y la empatía”, sostiene la docente de Areandina.
En ese sentido, propone programas escolares que aborden la salud mental desde una perspectiva integral, donde los adolescentes puedan debatir sobre temas como el consentimiento, las emociones, la sexualidad y la equidad de género sin tabúes ni prejuicios.
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En conclusión, el fenómeno incel no es solo una moda pasajera impulsada por una serie. Es una alerta sobre lo que ocurre cuando los jóvenes no encuentran respuestas en su entorno y recurren a comunidades virtuales que les prometen pertenencia, pero a costa del odio y la desconexión social.
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