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Investigación revela que los precios de las materias primas son los más sensibles a las crisis internacionales

La investigación del Politécnico Grancolombiano demuestra que la incertidumbre generada por eventos como guerras o pandemias es la encargada de alterar las expectativas del mercado, provocando aumentos abruptos de precios. Los países exportadores de materias primas, especialmente aquellos con economías emergentes, son los más vulnerables a esta volatilidad.

En un mundo donde las tensiones internacionales se han vuelto parte del paisaje cotidiano, entender cómo estas afectan la economía global es más urgente que nunca. Una reciente investigación del Politécnico Grancolombiano, en colaboración con la Universidad Militar Nueva Granada y la Universidad de La Salle, ofrece una mirada rigurosa y reveladora sobre cómo los grandes choques geopolíticos (guerras, pandemias, sanciones o crisis diplomáticas) alteran el comportamiento de los mercados internacionales, especialmente el de los precios de las materias primas.

El estudio “Choques geopolíticos y cadenas globales de valor: una estimación por vectores autorregresivos” fue liderado por Jaime Edison Rojas, director del Centro de Investigación en Análisis de Datos Económicos y Sectoriales del Politécnico Grancolombiano. A través de un modelo econométrico de vectores autorregresivos (VAR), los investigadores analizaron más de dos décadas de datos para evaluar el impacto de eventos disruptivos sobre dos dimensiones clave: los precios internacionales de materias primas y la presión sobre las cadenas globales de valor.

Precios vs. producción: ¿quién resiste mejor las crisis?

El hallazgo más relevante es claro y contundente: los precios reaccionan con mayor intensidad y persistencia que las cadenas de producción ante los choques geopolíticos. Mientras que las cadenas muestran cierta capacidad de adaptación en el corto plazo, los precios de productos como el petróleo, el trigo o el gas natural se ven profundamente afectados, incluso cuando no hay interrupciones físicas inmediatas en el suministro. La incertidumbre, más que la escasez, se convierte en el principal motor de la volatilidad.

Este fenómeno se explica en parte por el llamado “efecto telaraña”, un concepto económico que describe cómo las expectativas de los productores sobre los precios futuros influyen en sus decisiones actuales. Cuando un conflicto o una crisis altera esas expectativas, se desencadenan ciclos de sobreproducción, escasez o especulación que distorsionan los precios, incluso si la oferta real no ha cambiado significativamente. Así, los mercados se vuelven hipersensibles a las percepciones de riesgo, amplificando las consecuencias económicas de los eventos políticos.

La investigación utilizó como variable exógena el Índice de Riesgo Geopolítico (GRI), desarrollado por la Reserva Federal de Estados Unidos, y lo contrastó con el Índice Global de Presión de la Cadena de Valor (GSCPI) y el Índice de Precios de Materias Primas (IPMPA). Los resultados muestran que, ante un aumento del riesgo geopolítico, la presión sobre las cadenas globales de valor tiende a disiparse en pocos meses, mientras que los efectos sobre los precios pueden prolongarse en el tiempo, generando inestabilidad en los ingresos de los países exportadores.

Implicaciones para las economías emergentes como la colombiana

Este hallazgo tiene implicaciones profundas para las economías emergentes y en desarrollo, muchas de las cuales dependen de la exportación de materias primas. En estos países, la volatilidad de precios puede traducirse en desequilibrios fiscales, inflación importada, pérdida de competitividad y, en última instancia, en impactos sociales significativos. La investigación subraya que esta vulnerabilidad es aún mayor en contextos donde la producción no se transforma localmente, lo que deja a los países en el eslabón más débil de la cadena de valor global.

El estudio también destaca que las políticas públicas pueden marcar la diferencia. Los países que han implementado mecanismos de estabilización de precios, seguros agrícolas, acceso a crédito para pequeños productores y estrategias de diversificación comercial muestran una mayor capacidad para resistir los efectos de los choques externos. Estas herramientas no solo protegen a los sectores más vulnerables, sino que también contribuyen a preservar la estabilidad macroeconómica en contextos de alta incertidumbre.

En cuanto al funcionamiento de las cadenas globales de valor, el análisis revela que, si bien estas estructuras son vulnerables a los choques, también poseen mecanismos de resiliencia que les permiten adaptarse en el corto plazo. La diversificación de proveedores, la digitalización de procesos logísticos y la inversión en inventarios estratégicos son algunas de las estrategias que han permitido a las empresas mitigar los efectos de las crisis recientes, como la pandemia de COVID-19 o la guerra en Ucrania.

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Sin embargo, la investigación advierte que esta resiliencia no debe darse por sentada. La creciente frecuencia e intensidad de los choques geopolíticos (desde conflictos armados hasta fenómenos climáticos extremos) exige una revisión profunda de las estrategias de gestión de riesgos tanto en el sector público como en el privado. La estabilidad de los mercados globales dependerá, en gran medida, de la capacidad de anticipar y responder a estos eventos con agilidad y coordinación.

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