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Nueve de cada diez colombianos apoya tener estandares de eficiencia energética vehícular

Tener aire limpio es una expectativa ciudadana que Colombia no puede seguir aplazando. El 94 % de los colombianos respalda estándares para tener vehículos más eficientes y menos contaminantes.

Por estos días, mientras las ciudades se iluminan y las familias se preparan para celebrar, los datos de un sondeo ciudadano nos recuerdan algo fundamental, el mejor regalo que podríamos darnos como país es respirar un aire más limpio. No es una metáfora. Es una urgencia. Movilizatorio, organización que moviliza el poder ciudadano en busca de la justicia socioambiental, realizó un sondeo en Colombia para saber qué opina la ciudadanía sobre la regulación de los nuevos vehículos que entran al país. Las decisiones públicas no se construyen únicamente en los escritorios técnicos ni en los debates legislativos; se construyen, sobre todo, en la percepción y el sentido común de la gente. Y esta encuesta (respondida por ciudadanos de distintas edades, territorios y realidades socioeconómicas) es un termómetro social que nos invita a actuar.

Esta regulación se conoce en otros países como estándar de eficiencia energética vehicular, y significa que los vehículos nuevos aprovechan mejor la energía que usan: recorren más kilómetros con menos consumo y generan menos contaminación. En países que ya aplican estos estándares, como Chile o México, esto se traduce en ahorro para las familias, vehículos más duraderos y un aire más limpio para todos.

Entendiendo este contexto, 94% de las personas encuestadas consideraron que en Colombia sí debería existir un estándar que obligue a fabricantes e importadores a traer mejores tecnologías vehiculares. Este nivel de consenso muestra que los colombianos no solo reconocen la importancia de reducir el consumo de energía y las emisiones, sino que esperan una acción regulatoria clara para los vehículos nuevos en el país.

A pesar de que más de la mitad de las personas encuestadas cuentan con un vehículo a combustión, dijeron sí al estándar argumentando que la contaminación del aire afecta la salud, que respirar en Colombia, especialmente en Bogotá, duele, y que la tecnología de muchos vehículos que circulan (y se importan) en Colombia está rezagada frente a la de otros países. Quienes apoyan esta medida lo hacen principalmente por razones ambientales: buscan reducir la contaminación, disminuir las emisiones de CO₂ y gases de efecto invernadero, y mejorar la calidad del aire y la salud pública, especialmente en las grandes ciudades. También destacan beneficios económicos y de eficiencia, como el ahorro en energía y combustible, el impulso a la innovación y la modernización del parque automotor, así como el aporte a la transición energética y la sostenibilidad del país.

Sin embargo, las personas también advierten desafíos reales: infraestructura de carga insuficiente, altos costos iniciales, dudas sobre la vida útil de las baterías y la autonomía, y la preocupación por el manejo de residuos. Estas preocupaciones no son barreras, son insumos para diseñar políticas justas. En general, reconocen el potencial de estas tecnologías, pero esperan políticas responsables y una transición gradual que cierre las brechas actuales sin exigir saltos imposibles.

Estas son señales inequívocas de que la ciudadanía no se resigna a que Colombia siga recibiendo tecnologías antiguas, costosas de mantener y perjudiciales para la salud. En un contexto donde México, Chile y Brasil ya avanzan en estándares de eficiencia, la pregunta de los colombianos es legítima: ¿por qué aquí no? No es un reproche: es una invitación. Una expectativa justa y razonable. Afirma Andrés Flechas, gerente de proyectos de Movilizatorio.

La encuesta sintetiza una verdad importante para quienes diseñan, evalúan o exigen políticas públicas: Colombia tiene ciudadanía lista para apoyar la eficiencia energética y la modernización tecnológica, siempre y cuando las reglas sean claras, transparentes y orientadas al bienestar colectivo. No se trata de imponer regulaciones. Se trata de demostrar por qué son indispensables para mejorar la salud pública, reducir costos a las familias, modernizar el mercado y recuperar años de vida que hoy se pierden por la mala calidad del aire.

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Estas épocas nos recuerdan que los regalos más importantes no caben bajo un árbol: la salud, el bienestar y la calidad de vida. Y el aire limpio es la base de todos ellos. Por eso, este diciembre, mi invitación es simple: regalémonos la decisión de avanzar hacia nuevas tecnologías vehiculares más eficientes y con menos emisiones. Regalémonos un país donde respirar no sea un riesgo. Regalémonos aire de calidad. 

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